martes, 24 de junio de 2008

Mecedoras con ruedas, cunas con motor.

Ya llevo disfrutando de la crueldad y humedad de nuestras querida capital por lo menos unos 3 meses, sin embargo aún me cuesta acostumbrar mi organismo a las exigencias de estar en esta ciudad que cordialmente me regala en cada inhalación de oxigeno un pesado porcentaje de CO2, .

Sin embargo no voy a quejarme de Lima, ya que me esta dando muchas oportunidades y me esta enseñando, a golpes, a enfrentarme a la criollada, la pendejada, la viveza, y la soberbia. Quiero hablar de mis sueños.... de mis sueños en la combi. Al llegar a Lima, sabia de los viajes largos, pesados, y el estrés que causaba desplazarse de un lado a otro en la ciudad, lo sabia... hasta que lo experimenté. Para el día de hoy sacando cuentas, en tres meses he pasado un equivalente de dos semanas en una combi, escuchado hasta el cansancio la cucucumbia, que por cierto jamás me llegó a gustar ni me gustará... a comparación de ELLA, que aprendió a cantarla.
Dormir en la combi es una cosa que no estoy acostumbrado, debido a que nunca había pasado más de media hora en una. Esta vez tengo que disfrutar de viajes de una hora y diez minutos o 2 horas si quiero hacer una ruta larga pero segura.

La primera vez que me dormí, descubrí el descaro que tenían mis glándulas salivales para expresarse delante de los demás pasajeros. Aun recuerdo aquel hilo de "baba" que se deslizaba desde mi boca hasta mi mano que yacía receptiva sobre mis piernas, para cuando me doy cuenta tenia un adorable charquito en esta, que era alimentado por una catarata babosa, que por cierto termine por extinguir devolviendo toda la saliva a mi boca y limpiándome de vergüenza al verme acompañado por una limeña curvilínea. (perdón linda, tu estás mejor).

Para esto, empecé a asociar el viaje, con dormir. Estaba condicionado!, era como mi segundo hogar, una cama incómoda, causante de los dolores musculares más pesados que he tenido en mi vida; pero a las finales un lugar donde dormir: "aunque sea media hora".
El quedarme dormido también ha tenido sus efectos posteriores. Como cualquiera... me pasé del paradero... me fui hasta el Puente Colonial... y asustado, seguí mi instinto cruce la pista y tome un carro con destino contrario hasta llegar al puesto de periódicos de la avenida Venezuela que me indica el camino para llegar a mi hospital.

Y a pesar de que no es si quiera un sueño reparador, digno del mejor hotel... he llegado a la conclusión de que la combi ofrece, para el limeño común y el provinciano luchador, un lugar donde recordar aquella camita caliente que dejaron a las cinco de la mañana o que les espera a las diez de la noche.

Así que una vez más me voy a dormir, sin especificar a donde... pero a dormir.